Había una vez una mujer llamada Pandora, que era la primera de su especie y tenía el defecto más grande del mundo: ¡una curiosidad más fuerte que un imán gigante!
Los dioses del Olimpo se reunieron para crearla. "¡Yo le daré belleza!" dijo Afrodita. "¡Yo le daré inteligencia!" gritó Atenea. Pero Hermes, el travieso, murmuró: "¡Y yo le daré curiosidad... mucha, mucha curiosidad!"
Como regalo de bodas, Zeus le entregó una caja dorada muy hermosa. "¡Felicidades, Pandora! Pero por favor, ¡NUNCA abras esta caja!"
"¿Por qué no?" preguntó Pandora, con los ojos brillando de curiosidad.
"¡Porque sí!" respondió Zeus, volando de regreso al Olimpo.
Pandora puso la caja en su casa y trató de no mirarla. Pero cada día la curiosidad la picaba como mil mosquitos. "¿Qué habrá adentro? ¿Joyas? ¿Dulces? ¿Gatitos?"
Un día, ya no pudo más. "¡Solo una miradita!" se dijo.
¡CRAC! Abrió la caja y ¡WHOOOOSH! Salieron volando como abejas furiosas todos los males del mundo: enfermedades que hacían "¡achís!", guerras que gritaban "¡pum, pum!", mentiras que susurraban "¡je, je!" y tristezas que lloraban "¡buuu!"
"¡Ay, no! ¡Qué desastre!" gritó Pandora, tratando de atrapar todo con sus manos.
Pero al fondo de la caja, una lucecita dorada brillaba suavemente. Era la Esperanza, que sonrió y dijo: "¡Tranquila! Yo me quedaré contigo para siempre."
Moraleja: Aunque hagamos travesuras, siempre hay esperanza para arreglar las cosas.
Hace mucho, mucho tiempo, en la antigua Grecia, había una ciudad llamada Troya que tenía las murallas más altas del mundo. Los griegos llevaban diez años tratando de entrar, pero ¡ni siquiera con escaleras gigantes podían lograrlo!
Un día, el astuto Odiseo se rascó la cabeza y gritó: "¡Eureka! ¡Tengo una idea brillante!" Los carpinteros griegos construyeron un caballo de madera tan enorme que parecía un rascacielos con patas. Por dentro era hueco, como una casa vacía.
"¡Qué caballo tan hermoso!" dijeron los troyanos cuando lo vieron abandonado en la playa. "¡Debe ser un regalo de los dioses!"
Sin sospechar nada, arrastraron el caballo gigante dentro de su ciudad. Esa noche hicieron una gran fiesta con música y bailes.
Pero cuando todos se quedaron dormidos... ¡CRAC! Se abrió una puertita secreta en la barriga del caballo. "¡Sorpresa!" gritaron los soldados griegos que habían estado escondidos adentro, como sardinas en una lata. Habían pasado horas sin poder estornudar ni toser.
Los troyanos se despertaron con tremendo susto. "¡Ay, no! ¡Nos engañaron con un caballo de madera!" Y así fue como los griegos, con su ingenioso plan, finalmente entraron a Troya. Desde entonces, cuando alguien recibe un regalo sospechoso, la gente dice: "¡Cuidado, no vaya a ser un caballo de Troya!"
Moraleja: A veces las cosas más hermosas pueden esconder sorpresas. ¡Siempre hay que usar la cabeza antes de actuar!
Había una vez un joven llamado Perseo que tenía el peor jefe del mundo: el malvado Rey Polidectes. Un día, el rey le gritó: "¡Tráeme la cabeza de Medusa o te convertiré en estatua de jardín!"
"¿Quién es Medusa?" preguntó Perseo, temblando.
"¡La gorgona más terrible! Tiene serpientes por cabello y si la miras a los ojos... ¡ZAS! Te vuelves piedra para siempre."
Perseo casi se desmaya, pero los dioses se apiadaron de él. Atenea le regaló un escudo brillante como espejo, y Hermes le dio sandalias voladoras que hacían "¡fiu, fiu!" por el aire.
Perseo voló hasta la cueva de Medusa, donde encontró cientos de estatuas de piedra. "¡Ay, qué mal genio tiene esta señora!" murmuró.
Las serpientes del cabello de Medusa siseaban: "¡Ssss, ssss!" mientras ella dormía. Perseo, muy astuto, usó su escudo como espejo para verla sin mirarla directamente.
"¡Toma esto!" gritó, y con un solo tajo le cortó la cabeza. ¡Pero hasta dormida seguía siendo peligrosa! Guardó la cabeza en una bolsa especial y voló de regreso. Cuando el malvado rey se burló de él, Perseo sacó la cabeza de Medusa y gritó: "¡Mira lo que traje!"
"¡Nooo!" chilló el rey, pero ya era tarde. ¡Se convirtió en una estatua de mármol!
Perseo se casó con la princesa Andrómeda y vivieron felices para siempre, mientras la cabeza de Medusa decoraba el escudo de Atenea.
Moraleja: Con valentía e ingenio, hasta los problemas más terribles tienen solución.
En la isla de Creta vivía el Rey Minos, que tenía el peor castigo del mundo: cada año, siete jóvenes de Atenas debían entrar al laberinto para alimentar al terrible Minotauro.
"¡Es un monstruo mitad toro, mitad hombre que hace ¡MUUUU-GRRRR!" explicaban los atenienses, temblando de miedo.
Teseo, el valiente príncipe de Atenas, se golpeó el pecho y declaró: "¡Yo iré y acabaré con esa bestia peluda!"
Cuando llegó a Creta, la princesa Ariadna se enamoró perdidamente de él. "¡Ay, qué guapo!" suspiró. "Te ayudaré, pero prométeme que te casarás conmigo."
"¡Trato hecho!" dijo Teseo, besándole la mano.
Ariadna le entregó una pelota de hilo dorado. "Átala a la entrada del laberinto y desenróllala mientras caminas. Así podrás regresar sin perderte como un turista despistado."
Teseo entró al laberinto gigantesco, que tenía más vueltas que una montaña rusa. Siguió los rugidos: "¡MUUUU-GRRRR!" hasta llegar al centro.
Allí estaba el Minotauro: ¡enorme, peludo y con cuernos puntiagudos! "¡Prepárate para ser mi almuerzo!" bramó la bestia.
"¡Ni lo sueñes, cabeza de toro!" gritó Teseo, y comenzó la batalla épica.
Después de muchos golpes y empujones, Teseo derrotó al monstruo. Siguió el hilo dorado de vuelta y escapó con Ariadna, salvando a todos los jóvenes atenienses.
Moraleja: Con valentía y buenos amigos (¡y un poco de hilo mágico!), hasta los laberintos más complicados se pueden resolver.
En lo más profundo de la Tierra vivía Hades, el dios del inframundo, que tenía el trabajo más solitario del mundo: cuidar las almas de los muertos. Su único compañero era Cerbero, un perro gigante con tres cabezas que ladraba en coro: "¡GUAU-GUAU-GUAU!"
"¡Ay, Cerbero!" suspiraba Hades cada mañana. "Tú eres el único que me hace compañía en este lugar tan oscuro."
Un día, el valiente Heracles bajó al inframundo. "¡Hola, señor Hades! Necesito llevarme a su perrito para completar mis doce trabajos."
"¿MI PERRITO?" gritó Hades, indignado. "¡Cerbero es el guardián más feroz del inframundo!" Cerbero movió sus tres colas al mismo tiempo, pareciendo un helicóptero peludo. Cada cabeza gruñía diferente: "¡GRRR!", "¡WOOF!" y "¡AUUU!"
"Por favor," rogó Heracles. "Solo será un préstamo. Se lo devuelvo en perfectas condiciones."
Hades pensó y pensó. "Está bien, pero con una condición: debes derrotarlo sin usar armas, solo con tus manos."
Heracles abrazó a Cerbero tan fuerte que las tres cabezas se marearon. "¡Ay, qué apretón!" gimieron al unísono.
Cuando Heracles terminó su misión, regresó a Cerbero sano y salvo. "¡Gracias, señor Hades! Su perro es el mejor guardián."
Hades sonrió y acarició las tres cabezas de Cerbero. "¡Buen chico! Nadie puede separarnos." Y siguieron cuidando el inframundo juntos, el mejor equipo de la mitología.
Moraleja: Los verdaderos amigos siempre regresan a casa, sin importar cuán lejos vayan.
Hércules era el hombre más fuerte del mundo, pero tenía un problema: debía completar doce trabajos imposibles para el Rey Euristeo, quien era más cobarde que un ratón ante un gato.
"¡Tu primer trabajo!" gritó el rey desde muy lejos. "¡Mata al León de Nemea!"
"¿Un león? ¡Pan comido!" se rió Hércules, flexionando sus músculos gigantes.
Pero cuando llegó a Nemea, los aldeanos temblaban como hojas. "¡Ese león es invencible! Su piel es tan dura que las flechas rebotan como pelotas de ping-pong. ¡Sus garras cortan las espadas como mantequilla!"
Hércules encontró al león tomando la siesta bajo un árbol. Era dorado, enorme y tenía una melena que parecía corona real. "¡Despierta, gatito!" le gritó.
El león abrió sus ojos amarillos y rugió: "¡ROOOOOAAAAR!" tan fuerte que los pájaros volaron asustados.
Hércules disparó sus flechas, pero ¡POING, POING! rebotaron como había advertido la gente. Intentó con su espada, pero ¡CRAC! se partió en pedazos.
"¡Si no puedo cortarte, te abrazaré!" gritó Hércules.
Con sus brazos poderosos, abrazó al león tan fuerte que la bestia no pudo respirar. "¡Ay, qué apretón!" fue lo último que rugió.
Después, Hércules usó las propias garras del león para cortarle la piel y se hizo una capa dorada invencible.
"¡Primer trabajo completado!" anunció, luciendo su nueva vestimenta real.
Moraleja: Cuando la fuerza bruta no funciona, la creatividad siempre encuentra el camino.